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Las manifestaciones del día 7 de septiembre de 2021, que llevaron a las calles a cientos de miles de partidarios del presidente Jair Bolsonaro, presentaban todos los elementos constitutivos de la extrema derecha brasileña: la movilización digital por las redes sociales, esencial para el surgimiento y consolidación de ese bloque desde las protestas de junio de 2013; las incesantes referencias internacionales, tanto a causas como a líderes; y su peculiar composición social: al contrario de muchos movimientos de extrema derecha que surgieron en el mundo tras la crisis financiera de 2008, el bolsonarismo está constituido por la élite brasileña, de personas blancas, mayores y nostálgicas del régimen militar iniciado por el golpe de 1964.
A esos elementos ya conocidos del movimiento bolsonarista se suma otro, cada vez más importante, pero aún poco estudiado: el agronegocio. La emergencia del agronegocio como actor clave de la economía nacional precede a la elección de Jair Bolsonaro. Sus orígenes se remontan a la Revolución Verde de los años 1970 y, más recientemente, a la política de generosos subsidios del gobierno de Dilma Rousseff, que aceleró el proceso de modernización del sector en un momento favorable de la coyuntura internacional.
En un Brasil en proceso acelerado de desindustrialización, el agro terminó asumiendo cada vez más relevancia en estados ricos como São Paulo y el interior del país. Pese a que se lo describe de forma correcta como un sector intrínsecamente extractivo y predatorio, sobre todo desde el punto de vista ambiental, el agronegocio no puede ser visto solamente como una nueva etapa del «Brasil hacienda». Toda una economía de servicios se ha organizado alrededor de la industria del agro, que también está a la vanguardia de la innovación científica y tecnológica. El contraste entre el dinamismo de la región Centro-Oeste y las demás regiones del país queda reforzado por el contexto de estancamiento económico que caracteriza el resto del país. En la prensa, el agronegocio es casi anualmente presentado como el «salvador del PIB».
el agronegocio desembarcó con fuerza en la política nacional, no solo apoyando políticas bolsonaristas, sino también alimentando los canales de la extrema derecha de las redes sociales y participando activamente en las manifestaciones
Es irónico, pero la identidad política del agronegocio se afirmó en la oposición a la presidenta que ayudó a cambiar su dimensión económica. El movimiento a favor del impeachment de Dilma Rousseff despertó nuevas ambiciones políticas para el sector. Sus líderes industriales nunca se habían organizado tan claramente en torno a un único candidato como Jair Bolsonaro. A partir de 2018, el agronegocio desembarcó con fuerza en la política nacional, no solo apoyando políticas bolsonaristas que iban mucho más allá del Centro-Oeste, sino también alimentando los canales de la extrema derecha de las redes sociales y participando activamente en las manifestaciones —el público de Brasilia, el 7 de septiembre, era en su gran mayoría oriundo de los estados del Centro-Oeste—. En esa ocasión, por primera vez, empresas del agronegocio fueron acusadas de apoyar financieramente a los grupos más radicales dentro del bolsonarismo, lo que llevó al Supremo Tribunal Federal a bloquear las cuentas de Aprosoja. Tal episodio dio muestras de que el sector se estableció en otro nivel: ya no quiere solamente defender sus intereses sectoriales, sino que pretende perpetuar su control sobre la política nacional.
Esa nueva ambición se puede identificar en el universo cultural del Centro-Oeste y, en particular, en el sertanejo, estilo musical local con popularidad nacional, que empezó a narrar el ascenso del agronegocio a partir de 2018. Las canciones cuentan la historia de la búsqueda de reconocimiento de parte del Centro-Oeste contra las élites litoraleñas de Río de Janeiro y São Paulo. Insisten en la resistencia de los poderes establecidos, un tema muy común del bolsonarismo, al decir, por ejemplo, «lanzamos moda sin estar en televisión».
No es más el país del carnaval En el mundo entero es respetado Brasil ahora es el país del agro Adson y Alana - País do Agro
El agro ya proyecta su fuerza mucho más allá de la región Centro-Oeste. Inversionistas del agronegocio dominan nuevos negocios en el sector inmobiliario de ciudades como São Paulo y Belo Horizonte. Otras como Cuiabá y Goiânia contratan servicios y personal antes no disponibles para trabajar fuera de la región Sudeste. Si a la Avenida Faria Lima, núcleo del universo del mercado financiero de São Paulo, le gusta ostentar a sus emprendedores y jóvenes de startups, son los anónimos traders de commodities los que hacen girar las máquinas.
La historia de una élite extractiva que cultiva ambiciones nacionales no es novedad. El estado de Texas, en Estados Unidos, por mencionar tan solo un ejemplo, pasó a ejercer un poder político mucho mayor cuando el petróleo empezó a desempeñar un rol importante en la economía. Todos recuerdan a la familia Bush usando orgullosamente sus botas tejanas en las elecciones presidenciales. Experiencias pasadas también nos enseñan sobre la resiliencia y versatilidad de las regiones extractivas. El agronegocio precedió a Bolsonaro y sobrevivirá a su mandato. Aunque su cultura es hoy un elemento importante del bolsonarismo, el pragmatismo impera entre sus líderes industriales.
Otro elemento importante para el futuro de la élite del agronegocio es la disputa interna entre agentes predadores y progresistas. Potenciada por la intensa demanda de China, la mayoría de los líderes de esta industria apuestan por maximizar la extracción de recursos a través del apoyo a políticas que aseguren un ambiente de restricciones mínimas y, al mismo tiempo, de la inversión en masa en grandes proyectos de infraestructura en alianza con multinacionales, como es el caso de Ferrogrão. Para esa élite, los errores del gobierno Bolsonaro, incluso respecto a China, no son nada al lado de la protección que este ofrece contra las presiones internacionales y, sobre todo, de la Unión Europea. El sabotaje del acuerdo entre UE y Mercosur, por ejemplo, se debe en parte a esas élites, que vieron con malos ojos una mayor integración entre Brasil y la región del mundo más atenta a la emergencia climática.
Otro elemento importante para el futuro de la élite del agronegocio es la disputa interna entre agentes predadores y progresistas
Otra élite, más atenta a los efectos de largo plazo de la actual política, observa los movimientos bolsonaristas con aprensión. Para la élite progresista del agronegocio, el actual ciclo de la proteína está amenazado por las nuevas exigencias de los mercados de los países desarrollados y por las innovaciones en el mercado global de alimentación. El instinto predatorio del agronegocio bajo Bolsonaro puede, según la visión de este grupo todavía minoritario, tener consecuencias dramáticas a partir de 2030. Los rumbos del agronegocio y, por extensión, de Brasil, dependen en gran medida de los embates internos de su nueva élite.
Investigador del Centro Brasileiro de Análise e Planejamento, enseña Relaciones Internacionales en la UFABC.